lunes, 11 de agosto de 2014

Camino a Iguazú

Quimili (sin fotos)
Estuvimos por la capital santiagueña sólo de paso, para retirar dinero del banco, comer, y pues porque la ruta pasa por ahí. Pero nuestro objetivo del día era otro, no estaba muy en claro hasta dónde íbamos a llegar pero la idea era viajar lo mas que se pudiera antes de que caiga la noche. Fue entonces que a eso de las 6 de la tarde llegamos a Quimili. El camping municipal estaba cerrado hace algún tiempo, según nos comentaron, y no habían más opciones para armar carpa, pero alguien sugirió que preguntemos en la sede policial que estaba a pocas cuadras, que seguramente ellos nos pudieran prestar el patio para pasar la noche. No fueron ellos sino los bomberos voluntarios que estaban en frente los que nos brindaron un lugar para armar campamento.

Nos recibió el jefe de los bomberos, que estaba junto con el resto de la tropa trabajando en ampliar las instalaciones de la base. De buena manera nos ofreció lugar y nos dio indicaciones de cómo entrar y salir en caso de no haber nadie en el predio, y charlando un poco sobre sus ocupaciones descubrimos que era también guardaparque y que había ordenado y ejecutado varios operativos de recuperación de animales nativos que estaban en cautiverio. La admiración de Ayelen por este hombre y por lo que hacía parecía no tener límites, era una suerte de super héroe protector de especies en peligro, pero entonces se produjo un cambio de 180 grados en la conversación y también en la antes ascendente estima que Aye proyectaba en este tipo, porque se puso a hablar de que fue militar, de que la Galtieri había peleado bien la guerra de Malvinas, de que los desaparecidos no eran tantos, y de que le pondría una bomba a las Madres de Plaza de Mayo... Con Aye escuchábamos atónitos y no podíamos creer que realmente estuviera diciendo eso. Sin ánimos de confrontar (no teníamos otro lugar donde pasar la noche) no le dimos mucha charla y nos disculpamos diciendo que estábamos cansados como para poner fin a semejante monólogo. Es increíble, pero hay gente que piensa estas cosas en serio.

Salió el sol y salimos nosotros, nuevamente a ver hasta dónde llegábamos.

Chaco y los pinchazos
Destripada
Antes de salir de La Plata me ocupé de ponerle a ambas ruedas un líquido anti pinchazos que me recomendaron mucho. Y como llevábamos entonces mas de 10.000 kilómetros sin haber pinchado estaba seguro de su eficacia, hasta que se demostró lo contrario 2 veces en menos de 100 Km. El primer pinchazo fue el mas peligroso, la rueda delantera a la altura de Roque Saenz Peña. Ya venía sintiendo la moto un poco rara al manejo desde hacía algunos kilómetros pero en ese tramo el asfalto es malísimo, como rayado para poner una nueva capa asfáltica arriba que nunca llegó y así quedó, listo para que las ruedas de las motos sigan peligrosamente esos surcos sacándote del punto de equilibrio. Sea por ésto o porque soy medio momo, no me di cuenta de que venía con la rueda delantera bastante baja y al tomar la rotonda de entrada a Saenz Peña la moto se descontroló, el manillar empezó a temblar (entró en "jimmy") y casi salimos volando. Por ser un tipo con suerte pude controlar la moto y parar unos metros mas adelante para ver que la rueda delantera estaba en llanta, completamente desinflada. Luego de empujar la moto unas 5 cuadras hasta la gomería (menos mal que estábamos cerca) y ver dónde estaba el pinchazo, la conclusión fue que al tomar la curva la cámara se "mordió" con la llanta y se desinfló por completo. Parche y a seguir.

A por el mecánico!
No mucho antes de Resistencia paramos a cargar nafta. Hasta aquí la moto venía sin problemas, pero al bajarme en el surtidor uno de los playeros pasa y me dice "che se te está desinflando la rueda". Y sí, efectiva y sonoramente la rueda, trasera esta vez, estaba desinflándose a un ritmo que no me iba a dejar siquiera recorrer los 3 kilómetros hasta donde estaba la gomería. Pensé en desarmar la rueda y hacer dedo llevándome la cámara, pero en la estación de servicio no tenían herramientas ni criquet, entonces el playero me ofreció su moto para ir a buscar al gomero y traerlo. Golazo! La moto, una 125cc planchada "al piso" (modificada para que esté bien bajita). Aye se reía mentras se acordaba de una escena de "Tonto y Retonto" y yo me alejé por la ruta a unos vertiginosos 60 Km/h. Dí aviso al gomero, éste fue a la estación de servicio y arregló el pinchazo. En algún punto pisamos un remache en la ruta y no se desinfló hasta que paramos, cosa que atribuí nuevamente a la fortuna. En cualquier caso, el líquido que le puse a las ruedas, o tiene un tiempo de uso limitado cosa que aún desconozco, o no servía para nada. Tiempo después al cambiar las cámaras me ahorré el dinero y el trabajo de volver a ponerlo.

Corrientes
Tras cruzar un gran puente sobre el río Paraná llega uno a la ciudad de Corrientes, viendo antes que nada la hermosa costanera que tiene. Tanto nos agradó que, dado que gracias a las pinchaduras habíamos perdido bastante tiempo, decidimos quedarnos a conocer un poco más. Preguntando un par de veces localizamos la entrada al club náutico Yacaré y ahí nos quedamos finalmente 3 días, bajo la inexpugnable mirada de don Francisco, sereno nocturno del lugar que, casi tan viejo como charlatán, nos dio indicaciones para llegar a todos los puntos de la ciudad.

Recorrimos el centro de Corrientes y hasta nos dimos el gusto de ir al cine, y la impresión que nos dejó la ciudad fue muy buena, con sus peatonales y costaneras que hacen que, sin ser una ciudad de gran tamaño, tenga para hacer un poco de todo.

Al llegar, mientras preguntábamos por campings, muchos nos recomendaban hacer 40 kilómetros más y llegar a Paso de la Patria porque ahí seguro había campings y era mas pintoresco. Cuando dejamos la ciudad, decidimos ver qué tal era ese pueblo.


Paso de la Patria
Lo pensamos dos veces antes de ir a este pueblito balneario porque esta muy cerca de Corrientes, no íbamos a avanzar prácticamente nada si íbamos hacia allá pero tanto nos lo recomendaron que le dimos una oportunidad, y no podía haber salido mejor.

Entramos sin saberlo por el camino viejo, que es el primero que uno se cruza yendo en dirección a Posadas, y que es de ripio mas o menos mantenido pero no da la mejor impresión. Nada indicaba que esa no era la entrada principal, y nada sabíamos del lugar, así es que al desembocar en un paraje sobre la playa donde sólo habían un par de casas y un camping, esa fue nuestra idea del lugar y nos encantó. Armamos la carpa en la arena y no hicimos nada, no salimos a recorrer, no preguntamos qué se podía hacer, estábamos ahí y estábamos bien.
Con unos días hermosos y ganas de descansar nos quedamos en la playa mirando la costa de enfrente, decidiendo si la isla que se alzaba entre ambas márgenes del río pertenecía a Paraguay o a Argentina (es paraguaya), leyendo, y escribiendo algunos capítulos anteriores de esta historia. Fue recién el día que nos fuimos que nos enteramos que había una entrada de asfalto, la principal, y que el lugar tiene un centro bastante decente con un montón de restaurantes, bares, ferreterías, farmacias y bancos que no conocíamos y no íbamos a conocer mas que la fachada mientras rumbeábamos para retomar la ruta 34 hacia Posadas.



Ituzaingo
Otra parada que fue decidida "al vuelo" fue la de Ituzaingo, mayormente porque estando ahí y pudiendo visitar la presa de Yaciretá en forma gratuita no queríamos pasar por alto la oportunidad. Acampamos en el camping municipal cuyo único punto en contra (importante) era no tener agua caliente por lo que había que ducharse de día y rapidito. Como ya es costumbre, nos hicimos amigos de todos los perros callejeros del lugar.

Al día siguiente visitamos Yaciretá. Interesante el museo y el paseo, no demora demasiado y vale la pena aunque no es una parada obligada.


Antes de irnos nos comentó el encargado del camping que ese fin de semana (estábamos a miércoles) iba a haber un gran motoencuentro, el más grande de la región, en la localidad de Apóstoles, a unos 80 Km. de donde estábamos, y que debíamos ir, que iba gente de todos lados, incluso de Brasil y de Paraguay. Lo pensamos, pero no daba quedarse tantos días esperando y la verdad de la milanesa, la cosa del motoclub y del moto encuentro y todo eso no es lo mio. Así que basta de preámbulo, nuestro objetivo eran las Cataratas y estábamos como a 300 kilómetros, así que hacia allí partimos.
Isn't she lovely?




El chaparrón en Wanda
El camino iba bien al entrar en las tierras coloradas. Pasamos de largo Posadas y seguimos hasta las ruinas de San Ignacio (absolutamente recomendable) y en el camino se veían signos de haber llovido, pero nosotros viajábamos bajo el cálido abrazo del sol. Un poco más adelante, el cielo nublado, un poco más, y una leve llovizna.


De repente un chaparrón pesado como pocas cosas y tuvimos que parar, llevábamos las mochilas y las bolsas de dormir descubiertas y se iba a mojar todo. Justo sobre la ruta vimos una parada de colectivo techada y otro motociclista que se había refugiado allí nos convenció de imitarlo. Charlamos unos minutos hasta que dejó de llover y nos dijo que ahí era así, que caía un chaparrón, luego paraba, luego otro. Sin mas remedio, seguimos, pero ahora la cosa estaba mas fea, porque tanto los autos y sobretodo los camiones que venían de frente o nos pasaban levantaban el agua del camino mezclada con ese suelo rojizo del lugar y quedábamos empapados y embarrados, ni hablar de que no veía nada por unos instantes. No conocía el camino, no veía bien y el cielo lejos de despejarse se cerraba cada vez mas, la situación no me gustaba nada y menos aún cuando a eso de las 7 de la tarde se largó otro de esos chaparrones poderosos.Esta vez, una YPF cerca de Wanda nos salvó de mojarnos, pero tuvimos que esperar casi una hora para que pare de llover (y siga lloviznando). Ya era de noche y seguir no me parecía una buena idea, pero por otro lado, ¡estábamos sólo a 60 kilómetros de Puerto Iguazú! La prudencia ganó, y preguntamos si podíamos acampar detrás de la estación de servicios, en un hermoso parque con pasto cortito que terminaba en una selva cerrada unos 12 metros mas atrás.

Aye y sus marisopas locas
Pasamos la noche, a la mañana seguro no llovería. Pero llovió. Igual que el día anterior, chaparrón, llovizna, nada, chaparrón, llovizna... Antes del mediodía nos decidimos, no tenía sentido quedarse más tiempo allí y aunque nos mojásemos ya estabamos muy cerca, no podía ser muy grave. Y salimos. Creo que 4 kilómetros mas adelante se puso a llover y no paró hasta Iguazú. Mis pies chapoteaban en el agua que tenía dentro de las botas y el resto de nuestros cuerpos igualmente mojados o peor. En un momento la lluvia se puso tan densa y espesa que dolía en el cuerpo y no se veía prácticamente nada. Las mochilas, carpa y bolsas de dormir las habíamos metido dentro de bolsas de consorcio así que no me preocupaban mucho, no se iban a mojar demasiado, pero al mismo tiempo pensaba: ¡da lo mismo! si cualquier camping iba a estar, si no inundado, muy embarrado como para hacer noche. Ya estábamos mentalizados en buscar algún hostel, lo que no sabíamos era que la lluvia que estábamos pasando iba a provocar la peor crecida de la historia en las cataratas de Iguazú.

Ruinas de San Ignacio



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