La Rioja
La oficina de turismo dictaminó que había un solo hostel en la ciudad, pero Ayelén opinó distinto. Ella encontró otro buscando en internet y, como el primero estaba lleno, fue en el segundo en el que nos quedamos. Al llegar metí la moto al patio del hospedaje y cuando me bajé fui recibido por tres personajes que por su tonada no podían ser otra cosa que tucumanos. Los tres mosqueteros tenían edades de los 35 a los 55, y se encontraban en la capital riojana para participar de un torneo regional de golf. Picadita preparada y fernet en mano, me empiezan a preguntar que de dónde venimos, que cómo, que a donde vamos y por dónde me conviene ir, y en menos de cinco minutos ya teníamos Aye y yo sendos fernets y habíamos sido invitados al asado que en un rato nomas iban a hacer; según ellos carne había de sobra.
Compramos para hacer un poco de ensalada al menos para aportar algo, y hasta las cuatro de la mañana nos bancamos despiertos, después el cansancio nos pudo, pero estos excéntricos siguieron hasta mas de las cinco con la guitarra cantando zambas y chacareras, aún cuando aseguraban que a las 7 se tenían que levantar para ir a jugar el último día del torneo. Según la chica del hostel al otro día, no fue a las 7 sino pasadas las 9 cuando se levantaron, pero fueron a cumplir su cometido golfístico.
Los alegres deportistas |
Los días siguientes fueron de trabajo y de un poco de paseo por la ciudad, cuyo centro es bastante pequeño pero se las arreglan para acomodar una par de peatonales cortas y una feria en una plaza central donde nos sacamos las ganas de comprar salamines, quesos y jamón crudo, ademas de un puñado de aceitunas rellenas, todo acompañado de pan casero también de la feria. Gran picada gran!
Estatua de una fuente en La Rioja |
El Eco-Campig
No, no hay un error de tipeo en el título, el cartel de la entrada leía "Eco-Campig", sin N, y en el interior había otro que decía "Campameto", de nuevo sin N. No sé si esto fue una cuestión voluntaria o no, pero no iba a ser lo único extraño de este lugar. El camping en el que terminamos ese día se encuentra cerca de San Blas de los Sauces, provincia de La Rioja casi en la frontera con Catamarca.
Aún era temprano pero teníamos delante nuestro varios kilómetros sin ninguna localidad, por lo que decidimos buscar un lugar para pasar la noche ahí mismo, y preguntando en una YPF nos comentaron del camping municipal que estaba, según nos dijeron, como tres kilómetros volviendo por el camino por el que veníamos. Hicimos caso y dimos la vuelta y pasados apenas unos 800 metros vimos el ya comentado cartel indicando que allí, a 50 metros por un camino lateral, había un lugar de acampe. Pensamos que quizás era éste el que buscábamos, que habían exagerado al calcular los tres kilómetros atrás, y entramos a preguntar. Me adelanté yo, mientras Aye esperaba en la moto, y fui recibido por un hombre alto, de ojos grandes y expresión seria, que con su mano en el hombro de uno de sus hijos me decía "Yo soy Eber, él es Matías, ¿como es tu nombre?" al tiempo que me ofrecía la otra mano a modo de saludo. Le respondo la cordialidad, estrecho su mano y me presento, aunque sin notar que mi mano izquierda estaba en mi bolsillo. Pero a Eber no se le escapa este detalle y me lo hace notar, preguntándome el porqué de la mano en el bolsillo... ¡qué se yo, ya estaba ahí! Le dije algo del frío en la moto para zafar y en eso entra en escena Ayelén, que con su brazo derecho venía sosteniendo ambos cascos por lo que ofrece la mano izquierda para saludar. Mala idea, Eber le pide "si puede ser, la otra mano..." y una vez concretado el saludo, pasa al frente caminando hacia el sitio de acampe mientras con Aye nos miramos pensando "el tipo está un poco tocado".
Aún era temprano pero teníamos delante nuestro varios kilómetros sin ninguna localidad, por lo que decidimos buscar un lugar para pasar la noche ahí mismo, y preguntando en una YPF nos comentaron del camping municipal que estaba, según nos dijeron, como tres kilómetros volviendo por el camino por el que veníamos. Hicimos caso y dimos la vuelta y pasados apenas unos 800 metros vimos el ya comentado cartel indicando que allí, a 50 metros por un camino lateral, había un lugar de acampe. Pensamos que quizás era éste el que buscábamos, que habían exagerado al calcular los tres kilómetros atrás, y entramos a preguntar. Me adelanté yo, mientras Aye esperaba en la moto, y fui recibido por un hombre alto, de ojos grandes y expresión seria, que con su mano en el hombro de uno de sus hijos me decía "Yo soy Eber, él es Matías, ¿como es tu nombre?" al tiempo que me ofrecía la otra mano a modo de saludo. Le respondo la cordialidad, estrecho su mano y me presento, aunque sin notar que mi mano izquierda estaba en mi bolsillo. Pero a Eber no se le escapa este detalle y me lo hace notar, preguntándome el porqué de la mano en el bolsillo... ¡qué se yo, ya estaba ahí! Le dije algo del frío en la moto para zafar y en eso entra en escena Ayelén, que con su brazo derecho venía sosteniendo ambos cascos por lo que ofrece la mano izquierda para saludar. Mala idea, Eber le pide "si puede ser, la otra mano..." y una vez concretado el saludo, pasa al frente caminando hacia el sitio de acampe mientras con Aye nos miramos pensando "el tipo está un poco tocado".
Eber habla mucho sobre su camping y su ONG "Niños Indigo", nos muestra las instalaciones y su estanque para cría de peces, su tirolesa, su palestra para escalada, un enorme juego de zancos mientras nos explica cómo éstos eran usados por los Mayas, nos dice que a quienes llegan al camping él les plantea un desafío que puede ser físico o mental (?), nos muestra dónde él corta el pelo (?!) mientras señala una silla de peluquero en el medio del parque (!!!), y continúa caminando por todo el lugar explicando todo tipo de cosas que nadie había preguntado. Todo lo que queríamos saber era cuánto nos costaba la noche ahí. Punto. Luego de mostrarnos un hall y unas camas que podíamos usar por el mismo precio, obtenemos la preciada información, cuesta 40 pesos la noche, pero entonces nos habla de que se puede pagar con trabajo, y que una vez discutió con un francés al respecto de eso y bla y bla... todo era confuso y no nos quedaba claro si al día siguiente íbamos a tener que labrar la tierra para ganarnos el pan o qué, lo único que pensábamos era en agradecer si sobrevivíamos esa noche.
Una vez que aceptamos quedarnos y Eber desapareció, nos pusimos a observar con mas calma el lugar: dos sillones de peluquero, uno en el medio del parque, el otro en el hall y con pelo cortado recientemente desparramado en el piso; afuera, un maniquí colgaba de un poste con una soga en su cuello, y una de las paredes del hall tenía empotrados huesos de animales. Bizarrísimo.
Las cumbres Calchaquíes
Quebradas de Belén |
Subiendo las cumbres Calchaquíes |
Recuerdo que esa noche me levanté desvelado a eso de las 4 de la mañana, salí de la carpa y el viento que había habido mas temprano se había calmado, y la ruta que pasaba a escasos 30 metros de nuestra carpa ya no era transitada por casi nadie, entonces la calma del lugar era absoluta. La luna iluminaba todo, hacia abajo el valle se perdía en la lejanía adornada por unas pocas luces de Amaicha, estábamos en el medio de la nada, fue un momento mágico.
Cae la noche en las cumbres |
El improvisado campamento |
Efectivamente, unos 40 minutos después llegábamos a una YPF en el corazón de Tafí del Valle donde por fin pudimos relajarnos un poco y recuperarnos del frío, y de paso comer algo que ya estaba bastante pasado el medio día.
Tafí del Valle
El inusual paisaje nevado en Tafí |
¡Basta de nieve! |
San Miguel de Tucumán
Tucumán desde el cerro San Javier |
De Tafí a Tucumán |
Ya venía avisándole a Joaquin, un ex compañero de trabajo, la fecha aproximada de mi arribo, así que él se ocupó de averiguar por un hostel bueno bonito y barato bien cerca del centro donde nos quedamos alrededor de una semana. Al rato nomas de llegar nos encontramos con el Joaco, quien nos dio como primera indicación las coordenadas exactas de a dónde ir a comer un buen sánguche de milanesa, símbolo tucumano si los hay, cosa que hicimos inmediatamente.
Los días siguientes transcurrieron sin mucho mas que contar, aproveché para trabajar, Aye recibió una encomienda con su computadora para poder trabajar freelance en todavía no sabía qué, y después de varias idas y vueltas conseguí un casco decente a buen precio y dejé el anterior, con lo cual las probabilidades de matarse en el camino disminuían drásticamente. Joaquin nos iluminó en las finas artes de las empanadas tucumanas y los sánguches de milanesa, mostrándonos el camino a lugares como "El Kun", "Don Pepe", o "La Mora". Lamentablemente a Horacio, otro ex compañero de laburo, no pude verlo, pero no va a faltar oportunidad, si es que coincidimos en tiempo y espacio en algún otro momento.
"El Rulo" en el camino al cerro San Javier |
Con el casco nuevo, la panza llena y el espíritu alegre, continuamos nuestro camino, nos esperaban tierras santiagueñas y luego el litoral argentino.
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