jueves, 26 de junio de 2014

Hacia tierras cuyanas

Paso Cristo Redentor
Para volver de Chile a Argentina utilizamos el paso fronterizo Cristo Redentor que desemboca en la ruta 7 argentina. Del lado chileno el paso se llama Paso Los Libertadores y tiene la particularidad de tener los "caracoles", una seguidilla de 34 curvas cerradas que te elevan rápidamente y en las que hay que tener mucho cuidado sobretodo por la cantidad de camiones que circulan, los cuales tienen un viraje amplio y ocupan buena parte de cada curva.

Puente del Inca
Hecho ésto, quedaba atravesar el tunel que cruza los Andes y ya estábamos en tierras argentinas, sobre la ruta 7 donde a los pocos kilómetros uno puede cruzarse con el "Puente del Inca", una formación sedimentaria natural que cumplía la función, en los tiempos de los Incas, de puente entre ambas márgenes del río. El plan era llegar ese mismo día a Mendoza, pero los eventos se terminaron dando de otra manera.

Entre gigantes

Uspallata
Fundiciones de metales
Otro lugar que ya había conocido anteriormente, aunque sólo de pasada, era Uspallata, y la idea era similar para esta vuelta, pasarlo por alto, pero por suerte el cansancio pudo conmigo y al llegar decidimos que Mendoza podía esperar una noche mas. Menos mal que fue así, porque esa noche, un francés que turisteaba por Argentina (debe haber sido el séptimo u octavo que cruzamos en todo el viaje, por supuesto no fue el último) se acercó con una botella de vino en el camping en el que estaban tan sólo su carpa y la nuestra, y nos comentó de sus planes para el día siguiente, entre los cuales figuraba un cierto camino alternativo para ir a la ciudad de Mendoza, mucho mas pintoresco y entretenido que la ruta 7. Y como no teníamos apuro por llegar y yo la ruta 7 ya la conocía, fuimos a la mañana siguiente a ver de qué se trataba este camino que incluía antiguos hornos de fundición españoles, minas abandonadas y el hotel de Villavicencio a mitad de camino.


Al principio no le encontrábamos mucha gracia a este sendero, camino de ripio en general en buen estado aunque por momentos poseado, las ruinas jesuíticas eran interesantes hasta ahí nomás, y la excursión por la mina no nos pareció lo suficientemente atractiva como para pagar lo que pedían.
De camino a Villavicencio
Pero entonces apareció una curva, luego otra, y un barranco y casi sin darnos cuenta estábamos descendiendo por un camino de montaña con caídas de, por momentos, al menos 100 metros, y con una niebla que dejaba entrever sólo los filos mas cercanos, los cual le daba un misticismo aún mayor a este misterioso camino que se abría delante nuestro. Un mendocino que lea esto se preguntará "de qué misterio habla?". Bueno, esas son las cosas que me gustan de improvisar un viaje o un camino, no es que esa ruta sea misteriosa o guarde secretos para la humanidad, pero para nosotros, al no saber nada al respecto más que nos iba a llevar finalmente a Mendoza, nos parecía mágica cada curva, cada valle, cada mirador.

El lúgubre hotel Villavicencio
Llegamos a mitad de camino al hotel de Villavicencio, que vale la pena una parada. Si bien hay que pagar para hacer el recorrido, hay un tour opcional en el que uno se entera la historia de ese peculiar lugar de aristocracias de antaño. De ahí en adelante el camino sigue sin mayores sorpresas, ya sobre asfalto, hasta desembocar por el norte de la ciudad de Mendoza.




Mendoza
Cerro de la gloria
El plan en Mendoza era muy simple, visitar a los Alvarez, una familia que conozco desde chico, comprar un casco nuevo y trabajar algunas horas. A estas alturas ya había dejado el trabajo agobiantemente aburrido, vestigios de lo que había sido mi último trabajo formal, que hasta en breves 20 horas semanales (éso era lo que había arreglado con mis empleadores) lograba colmar mi paciencia, pero seguía con algunos proyectos paralelos que me daban mayor flexibilidad en cuanto a horarios y fechas de entrega. Preguntando por campings con el ya mencionado sistema PPS, caímos en el "Camping Suizo". No era el camping mas económico en el que os hemos quedado, pero realmente valía lo que uno pagaba. Bien organizado, con todos los servicios, despensa y una buena conexión de Wi-Fi, era todo lo que necesitaba para meter algunas horas de laburo.

La cárcel, digo, el Zoo de Mendoza
En el segundo día de camping, unos chicos alemanes y suizos jugaban mientras los padres preparaban sendos motorhomes para seguir con cualquiera fuese su itinerario. Uno de ellos, Aaron, se acercó y me preguntó en perfecto castellano, "¿vos hablás español o inglés?" Le respondí que "hablo español, inglés, und auch Deutsch" (y también alemán). "Auch Deutsch?" preguntó sorprendido, y nos quedamos hablando un rato, yo aprovechaba para practicar el idioma que bastante oxidado lo tenía, tanto que la conversación con este nene de 8 años no era un desafío, pero casi. Aaron entre otras cosas me contó de un señor que ellos habían encontrado en el camino, que estaba acampando y que no tenía nada de plata, y peor aún, que su carpa estaba rota, por lo que le regalaron una que ellos no usaban. Nos miramos con Aye y pensamos, será Juan de Ushuaia? Juan había dicho que iba a viajar al norte después de juntar dinero en La Plata pero había pasado poco tiempo de eso, por lo que sonaba improbable. Le preguntamos al chico cómo se llamaba ese señor y, sí, se llamaba Juan! Bueno puede ser una coincidencia, el nombre y la descripción no eran universalmente unívocos, pero nos quedamos con la idea en la cabeza de que tal vez fuera ese personaje que habíamos conocido en el fin del mundo.

Llegó el momento de ver a los Alvarez, y resulta que era justo el cumpleaños de Enrique, "Enriquito" o "quiquito" en otras épocas, así que amablemente fuimos invitados a participar del agasajo. Después de ponernos al día con Enrique padre e hijo, con la "tía" Carmen, con Mariana y Miguel, beso abrazo y hasta la próxima, que vaya a saber uno cuándo es, pero me gusta siempre visitarlos así que espero no pasen 4 años como desde la última vez.

Despidiéndonos de Leíto
Al día siguiente nos preparábamos a seguir viaje cuando me cae un mensaje al facebook, de Leo, preguntándome si andaba por Mendoza y que si era así, pasara a verlo y me quedara en su casa! ¡Leo Otarola! Claro, cómo me olvidé que él estaba viviendo desde hace un tiempo ahí, que ya no vivía en Neuquén, lugar donde mi memoria lo ubicaba. Leo vivió conmigo en mi departamento de La Plata durante muy poco tiempo hace ya algunos años, había llegado para estudiar psicología y por medio de un amigo en común terminó en mi casa. Lamentablemente no pudo seguir la carrera, pero la amistad sobrevivió al tiempo e incluso la falta de contacto, porque fueron varios los años que no nos hablamos. Pero ahí estaba su invitación y no podía decir que no. Así pues, la estadía en aquella ciudad se estiró un par de días, que sirvieron para adelantar trabajo pero no para conseguirme un casco nuevo, así que al retomar el camino, rumbo a San Juan, seguía yo con la misma porquería en la cabeza. Esta vez la esperanza estaba puesta en Tucumán, ciudad grande, ahí tienen que haber cascos, pensaba.

Camino a San Juan


San José de Jáchal
En San Juan no hay nada, dictaminaron los mendocinos que se enteraban que íbamos con ese rumbo. No voy a decir que es la tierra de las mil maravillas, pero decir que no hay nada es exagerar en sentido opuesto, porque el parque de Ischigualasto, donde esta el Valle de la Luna, está en San Juan y eso ya es algo importante. Visitamos ese parque, claro, pero antes pasamos por Jáchal en nuestra trepada por la ruta 40. El objetivo de ese día era llegar hasta donde dé, y dió Jachal, y no estuvo nada mal porque el camping municipal estaba muy bueno y era gratuito, el único problema fue el agua caliente para bañarse, que no había, pero el encargado de un kiosko interno amablemente nos permitió usar su baño, con lo cual ese inconveniente fue solucionado. Lo mas curioso de esta parada sin duda fue el momento de llegar al camping.

Conozcan a Juan
Como en muchos otros lugares, estando completamente fuera de temporada, los campings si no están cerrados, están vacíos, y si no están vacíos, a duras penas uno encuentra mas de una o dos carpas desparramadas por el predio. Al llegar al camping de Jáchal, ése fue el caso, una sola carpa armada estratégicamente cerca de los baños. El parque era grande pero no nos queríamos alejar mucho de los baños, así que nos estábamos por instalar a unos 20 o 30 metros de esa carpa, desarmando las cosas de la moto, se acerca un muchacho y me dice "Vi pasar la moto y no sabía si eran ustedes, así que me acerqué para estar seguro". Era Juan, Juan el de Ushuaia, Juan de Ensenada, Juan de Mendoza, Juan del camino.

Visitas inesperadas
Se había vuelto a Ensenada después de Ushuaia, tal como había contado, pero no se aguantó ni un mes y se fue de nuevo, de nuevo sin un mango, de nuevo a dedo, con la carpa y la mochila rota, se fue, a Mendoza y al norte. Pero su carpa esta vez estaba nueva, y le comentamos de ese nene suizo que en Mendoza nos contó la historia de un hombre pobre al que le regalaron una carpa, que nos había parecido que era él, y efectivamente de él se trataba! Serán coincidencias magnificadas por la poca gente moviéndose en temporada baja, pero no me extrañaría volver a encontrarlo, en Bolivia, Perú, o vaya uno a saber donde.

Dedicamos un día más a recorrer la zona, el pueblo de el Rodeo, con su embalse, la "garganta del río Jachal", sin embargo lo mas entretenido fue el camino sobre el cual todo esto se encontraba. Nada fuera de este mundo, pero es un camino de montaña, de cornisa por momentos, con curvas cerradas y ciegas, zonas de derrumbes y zonas derrumbadas! Entretenido sin dudas. Próximo destino, Valle de la Luna.

Embalse de El Rodeo


Ischigualasto - El gran escape
También conocido como Valle de la luna (aunque ésa es sólo una parte del mismo), el parque Ischigualasto fue nombrado, en conjunto con el lindante parque de Talampaya, patrimonio de la humanidad. Perdido en el medio de la nada, para llegar hasta ahí en moto tenes que estar seguro de la autonomía que tiene tu vehículo, porque a los 135 kilómetros desde Villa Unión en una dirección, y los 70 hasta Valle Fértil o los 90 hasta Patquía en la dirección opuesta, hay que sumarle 40 kilómetros de recorrido dentro del parque, que se hace en vehículo propio (aunque es posible sumarse a otros vehículos siempre dependiendo del lugar que les sobre y la buena onda de sus ocupantes). Una vez ahí, se puede acampar, y eso hicimos. No habíamos terminado de armar la carpa y aparece alegre y tocando la bocina a modo de saludo, otra pareja en moto. Por supuesto, eran franceses.

De fondo, los franceses.
Al frente, la cena
Viajaban en una Honda Africa Twin modelo 93, lo cual me llamó la atención ya que todos los europeos que habíamos cruzado hasta entonces estaban en motos bastante mas nuevas, generalmente BMW o KTM pero también Suzuki V-Strom o Transalp nuevas (aunque son generalmente los brasileros los que viajan en éstas últimas). Según Guillermo, tal era su nombre, en los países asiáticos es mucho mejor viajar en una Honda. Llevaba 11 meses viajando por el mundo con Laura, su pareja, y por lo que me comentaba los repuestos de BMW no se consiguen mucho por esos lares y son mas caros, así es que si los caminos quieren llevarnos a nosotros por esos rumbos, vamos a estar bien parados con nuestra Transalp.

Para el último recorrido por el parque habíamos llegado tarde, y si bien había un recorrido nocturno excepcional por estar con luna llena (en verdad menguante ya, ése era el último día que ofrecían tal recorrido), teníamos combustible para hacer sólo una vuelta y decidimos hacerla de día, al día siguiente. En las horas restantes aproveché el WiFi del hall central para trabajar un poco. A la noche cumplimos la promesa y descorchamos un vino sanjuanino, acompañando unas empanadas de carne del lugar. Golazo.

La caravana
Dia dos, nos sumamos a la caravana e hicimos el recorrido de 3 horas por el parque. Es realmente un lugar único, que vale la pena visitar si tenes los $100 que cuesta la entrada y las ganas de moverte hasta allá. Volvimos y nos pedimos una gaseosa y galletitas en la cafetería, y entonces al sacar la plata para pagar me doy cuenta que veníamos un poco escasos de recursos. Muy escasos. Aye paga lo que comimos y nos ponemos a hacer cuentas: si pagábamos el camping nos quedábamos sin plata y eso era un problema porque después, para cargar nafta, íbamos a necesitar efectivo, los pueblitos por los que pasaríamos no iban a tener opción de pagar con débito, y si bien estaba la opción de pagar con débito en el propio parque, estaban sin sistema y no sabían cuándo iba a volver.
Caminata lunar en el valle de la luna
Piensa rápido... "ya fue, nos vamos, levantamos campamento y salimos inmediatamente, son las 5 de la tarde, a La Rioja podemos llegar a la nochecita". Pero tenía que ser YA, así que fuimos hasta la carpa y en el imbatible tiempo de 40 minutos (generalmente es hora y media) teníamos ya todo montado en la moto y listos para salir. No le dijimos chau ni al dinosaurio de la entrada, salimos al camino, y de ahí derecho a La Rioja, con las pertinentes paradas para cargar combustible. Fue una solución drástica pero necesaria (y divertida)... que espero no traiga consecuencias!




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