miércoles, 17 de septiembre de 2014

In Paraguay, it's all right ... NOT

Ciudad del Este
Lo mas importante en Ciudad del Este era, a priori, cambiar los neumáticos de la moto. Lo mas importante fue, a posteriori, sobrevivir.

Después del paso obligado por Brasil, donde uno hace el papeleo en la frontera como corresponde, llega uno al Paraguay, donde ya de entrada al ponernos a hacer una cola de vehículos para entrar al país, muchos nos tocaban bocina señalándonos que siguiéramos, que no hiciéramos esa fila sino que pasáramos directamente por otro carril completamente libre. ¿Será que las motos hacen los papeles en otro lado? Pues hicimos caso y seguimos, y llegamos a un puente donde había explícita indicación de que las motos iban por un carril especial así es que por allí fuimos, pero resultó ser un carril muy angosto, con pequeñas curvas cada 10 o 15 metros para evitar que pasen a los pedos y demarcado a ambos por una suerte de guardrail de plástico de unos 50 cm. de alto y con una anchura no mucho mayor al ancho de total de la moto con las valijas. Como si eso fuera fácil, 78 mil millones de moto-taxis cruzan eso permanentemente con lo cual, la presión sobre mí era aún mayor cuando veía cómo detrás mío venía impaciente un sin fin de motitos amarillas mientras yo trataba de pasar prudentemente pero lo mas rápido que podía ese camino de obstáculos.



Pasamos ese camino y delante nuestro, la ciudad: un quilombo de autos motos y sobretodo panfleteros que se te acercan a ofrecerte alojamiento, estacionamiento, comida, electrónicos o lo que sea. También estaban quienes en la calle te señalaban con toda vehemencia que pares, posiblemente para terminar ofreciéndote lo mismo que los anteriores, pero de lo que no había rastro era de una aduana o un paso migratorio. Bueno, parecía que entrar a Paraguay era muy fácil. Enseguida vimos varias casas de neumáticos y, recorriendo y preguntando en varias de ellas, finalmente cumplimos el cometido inicial, pagando la mitad del precio que habíamos pagado en Ushuaia, sólo que esta vez cambiamos las dos cubiertas y una de las cámaras. Después de eso fue comer, y pasear pero no demasiado porque la cantidad de gente y el estrés que, al menos a nosotros, genera que una horda de vendedores te hable, te ofrezca y hasta te agarre del brazo para llevarte a sus locales no te permite disfrutar o al menos prestar atención a lo que estas viendo, lo único que quiero en esas situaciones es irme.

De ahí en mas teníamos dos opciones, una era cruzar hasta Asunción y de ahí volver a entrar a Argentina, y la otra era continuar por una ruta que sale en dirección nor-este y que lleva hasta la frontera con Bolivia. Pero todo el mundo me desaconsejó seriamente de lo segundo, por lo malo del camino lleno de pozos, por la imprudencia de los camioneros que por ahí circulan y finalmente por ser "tierra de nadie" al punto que me comentaron de un grupo de 10 motos que yendo por ahí, perdieron 7 de ellas a manos de la propia policía. En fin, no queríamos arriesgarnos por algo que tampoco era primordial hacer, así que la decisión fue Cruzar de Asunción a Clorinda, y de allí ir a Formosa.

Eran las 3 de la tarde y teníamos que recorrer unos 300 kilómetros para salir de Paraguay, y como la ruta estaba en buen estado creíamos que íbamos a poder hacerlo en el día sin problemas. Pero no contábamos con el inigualable trabajo de la policía del Paraguay, que nos paró a unos 120 kilómetros de Ciudad del Este en un operativo en la ruta, y nos pidieron documentos de identidad, no hay problema; cédula de la moto y carnet, no hay drama; luego seguro del vehículo, aquí está, todo bien, y finalmente permiso de circulación... Y ahí caí en cuenta de lo mal que hicimos en no preguntar siquiera un poco más en la frontera, porque no podía ser que uno ingrese sí nomas y sobretodo con un vehículo. Mala mía. Resulta que hay un permiso especial de 30 kilómetros en los cuales no necesitas hacer ninguna aduana o frontera, pero pasado ese radio se necesita formalizar el ingreso al país. Nos llevaron a una casilla de madera al borde de la banquina y nos explicaron que estábamos en falta, que podían retener el vehículo y a nosotros. Hablaban entre ellos en guaraní, nos miraban de arriba a abajo, me llevaron a mí a la parte de atrás de la casilla y dentro de la misma subieron el volumen de la televisión para que Ayelen no escuchara lo que me decían, toda una secuencia de película que hubiese sido preocupante si no hubiera sido tan patética. Luego, que cómo me parecía que podíamos arreglar la situación. ¿Alguien ha visto al señor billetín, guiño, guiño? Habíamos cambiado pocos pesos a guaraníes, sólo AR$ 300 como para tener algo por si las dudas, o para cargar nafta si no andaba la tarjeta de débito, y estos señores oficiales sólo aceptaban guaraníes, por lo que les expliqué que 90 mil era todo lo que tenía, que no habíamos cambiado dinero porque pensábamos salir del país ese mismo día, que podía ofrecerles pesos argentinos, pero eso no parecía satisfacerle a los señores. Al final, y pidiéndoles que me dejen algo para el combustible, me dejaron que me quede con 30 mil guaraníes, osea que sellamos el asunto quedándose ellos con el equivalente a AR$ 150 y con un apretón de manos como buenos caballeros. Que pobreza, de dinero por un lado, y de dignidad por el otro.

Cruzando el Paraguay


Seguimos unos pocos kilómetros más y paramos en una estación de servicio. Ya era de noche y nos dejaron armar la carpa allí y pasar la noche, entonces nos sentamos a debatir qué hacer: si seguíamos adelante, al salir de Paraguay por Asunción nos iban a pedir el mismo papel de ingreso al país y siendo un paso fronterizo la cosa iba a ser mas seria, y si volvíamos quizás nos parase otro puesto de control y esta vez ya no teníamos más dinero para arreglar, después de comprar 4 o 5 empanadas esa noche. Fue lo segundo, pensamos en a arrancar bien temprano, cosa de llegar a Ciudad del Este antes de las 8 de la mañana, los agentes de la ley seguramente no estuvieran cumpliendo sus honorables tareas a esas horas de la madrugada. Y así hicimos, ya de vuelta en la ciudad fronteriza nos ocupamos de hacer todos los trámites correspondientes (2 minutos de un tipo escribiéndote un papel a mano), luego recorrimos un poco para que Aye reemplace su pantalón de joggin por uno nuevo, que el que tenía ya no daba más. Poco después estábamos cruzando las tierras guaraníes de nuevo y para cuando se iba la tarde ya estábamos llegando a Clorinda, de vuelta a tierras argentas.

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