miércoles, 4 de junio de 2014

Ruta 3 - Última parte

Tierra del Fuego


Rio Grande

El desembarco
La intención era llegar de un tirón hasta Ushuaia y quedarme trabajando ahí los 3 días que había arreglado en mi trabajo, pero las 3 horas que perdimos en la frontera con Chile y lo que demoramos en recorrer el poco menos que mediocre ripio hasta San Sebastián nos obligaron a hacer noche en Rio Grande, y eso significaba quedarme a trabajar esos 3 días ahí. Al llegar íbamos a conocer a un personaje que nos salvó las papas en Ushuaia, Gabriel, quien se acercó a hablarme cuando me bajaba de la moto en la YPF y que nos guió en una recorrida nocturna por la ciudad en busca de un alojamiento cuando supo que estabamos recién llegados y sin lugar para pasar la noche. Fue la primera vez que nos dio una mano, pero no la última.

Vista de Rio Grande desde el hotel
Campings no habían, hostels al parecer tampoco, asique no quedaba otra que gastar unos billetes en un hotel. Preguntamos como en 5 o 6 y resultó que, por ser fi de semana, enganchamos una promocion en el hotel mas caro, el Status. Cama king size, tele de 49 pulgadas, hidromasajes, un desayuno que fue casi un almuerzo y además lugar para la moto. Ya iba a haber tiempo para buscar algo mas a la medida de nuestro presupuesto, ahora a disfrutarlo.

Antes de seguir camino a Ushuaia, se puso en contacto conmigo Pato, un amigo rosarino que otrora viviera en la plata y que conozco gracias a la música, él es cantante. Pasamos por su local de venta de camisetas de futbol y despues de eso nos invitó a comer en lo de sus abuelos, gente genieal. Despues de unas birras y un par de whiskylines, nos llevó de vuelta a nuestra humilde morada acampando en el patio de un hostal.

El ripio del lado chileno de la isla
La salida de la ciudad fue con un viento tal que estuvimos a punto de cancelar. Por suerte no duró mucho, solo unos 20 kilometros hasta que una curva puso el viendo a nuestras espaldas y luego el camino que se empiza a meter entre los árboles nos cubrió un poco. Despues nos enteramos que ese día, mas tarde, una pareja de maestros se mató cuando el viento empujó su auto hacia el otro carril, para dar de frente con una camioneta. El viento ahí no es joda.


Tolhuin

La única referencia de Tolhuin que teníamos era la famosa Panadería y que podíamos acampar en el lago Fagnano. Al llegar a la entrada del pueblo estabamos muertos de frio asi que despues de parar a calentarnos un poco en la estación de servicio encontramos una oficina de turismo y preguntamos por campings. Nos recomendaron el Hain, y la verdad fue una buena opción.

Ubicado en la cabecera del lago Fagnano, el Hain es un camping que tiene un aspecto bastante singular. No es por las montañas circundantes ni el oleaje incesante del lago, ambas cosas de hecho muy particulares, pero lo que hace al Hain diferente es la cantidad de obras de arte que lo habitan, todas creaciones de Roberto. Resulta que el tipo es uno de esos que dicen que nada se tira, todo se recicla, y que además lo pone en práctica. Basta con ver su taller para darse cuenta que absolutamente todo está ahí esperando su momento, ser utilizado en algún cartel, decorado, u obra de ingeniería como por ejemplo medir la velocidad del viento.

Armamos la carpa y rápidamente nos metimos al refugio, el único lugar con calefacción. Roberto aparecía y se iba tan rápido como vino, siempre ocupado en algo, siempre con una sonrisa, llegaba con leña cortada, te hacía tres preguntas, te contaba dos historias y se iba, para volver al rato a controlar el fuego y lo mismo, un breve diálogo, algunas recomendaciones, y desaparecía. El refugio estaba decorado con un sinfin de leños con mensajes de aquellos que pasaron por el lugar, en auto, moto, bicicleta o caminando, de Córdoba, Jujuy, Bélgica o Canadá, los maderos le dan al lugar un ambiente único. Por supuesto, dejamos el nuestro. 

Las noches fueron frias, pero todavía nos arreglábamos bien sólo con el colchón y las bolsas de dormir, cosa que cambiaría en Ushuaia.



Ushuaia

El camino se estaba poniendo genial, empezábamos a ver montañas y bosque, el inconveniente era el frío. Aún no tenía las mangas cubre puños, las compré a los días de llegar a Ushuaia, por lo que mis manos venían sufriendo mucho. Y cuando digo mucho es mucho. De ahí en mas medía el frío de la siguiente manera: si podía mover los dedos sin problemas, no estaba muy frío; si dolían pero aún había movilidad satisfactoria, estaba poniéndose peludo; cuando podía moverlos lentamente y ardían ya estaba bien frío y cuando dejaba de sentirlos mejor parar. Ese fue el caso, y a unos 40 Km. de Tolhuin paramos para calentar un poco las manos y el cuerpo si podíamos, caminando de un lado para el otro. A la hora de arrancar de nuevo, la moto pensaba distinto. No arrancaba, parecía no tener batería y al mirar la luz delantera pude constatar que era así, pero cómo podía ser si la batería estaba nueva y no habíamos tenido ningún problema? A pocos metros nuestros había un grupo de gente en moto y cuatri haciendo la hoja de ruta de la Vuelta a Tierra del Fuego, una competencia anual de rally que ocupa al 90% de la gente se dedica a motos por esos lares. Me empujaron, arranqué la moto y seguimos adelante. Llegando al paso Garibaldi, el cruce de la cordillera que hay que hacer para llegar a Ushuaia, la moto empezó a fallar, se quedaba en un cilindro, arrancaba bien de nuevo, fallaba de nuevo... muy raro. Pero si hacía frío antes, más todavía ahora en la parte mas alta de la montaña; parar no era una opción. En seguida era todo bajada, curva y contra curva y la moto andando en un solo cilindro, a 40 Km/h pero sin mucho tráfico por lo que no era tan peligroso. Mientras tanto, yo haciéndome la cabeza, qué podía ser? El cuenta vueltas faltaba por momento, listo! es un CDI pensaba, ya me había pasado antes que se había arruinado uno y fallaba de la misma manera la moto, lo raro era que esta vez era inconstante, por momentos arrancaba bien, luego no.

Gabriel, Melissa y nuestra eterna gratitud
Pero también el orgullo me obligaba a seguir, quería llegar a Ushuaia, de eso se trataba, de llegar al fin del mundo en moto, no en un remolque, quería y tenía que seguir, después de todo no podía faltar mucho para llegar, quizás unos 20 kilómetros, 30 a lo mucho. El frío y la moto decían lo contrario y terminó ganando la razón al orgullo, y cuando pasamos delante de Haruwen, un refugio/restaurante a la vera de la ruta, paramos para ver si podíamos pedir el auxilio mecánico. Estaba convencido que era el CDI y eso no tiene arreglo, así que no había otra opción. Nos sentamos, pedimos comida e intentamos llamar al remolque pero la señal de teléfono era poca y se cortaba siempre, pasaba lo mismo con el teléfono del lugar, entonces nos acordamos de ese loco buena onda que en Rio Grande nos había dado una mano y su teléfono, y le mandamos un mensaje explicándole lo que nos pasaba y pidiéndole que llame él al remolque. Y no sólo hizo eso, sino que también nos fue a buscar. Llegó al mismo tiempo que el camión, venía con Melisa su novia, y hasta nos habían guardado porciones de pizza por si teníamos hambre. Aye se fue en el auto con ellos y yo en el camión con la moto. 
Mientras nos acercábamos a la ciudad y veía por la ventana cómo los paisajes se presentaban imponentes, tenía casi ganas de llorar por no haber podido lograr la meta, por haberme quedado a 20 kilómetros de la llegada después de tanto viaje, y al mismo tiempo pensaba que por el contrario, menos mal que la moto nos dejó ahí cerca de una ciudad grande donde era mas probable que pudiera conseguir repuestos y arreglarla.

Fuimos derecho a la casa de Gabriel, bajamos la moto y como era domingo, ahí quedó hasta el otro día. También nos permitieron, como si no hubieran hecho suficiente ya, dejar nuestras maletas y mochilas en su casa y hasta incluso nos acompañaron al centro a buscar un hostel para esa noche. Es cierto que estaban de vacaciones y tenían tiempo para hacerlo, pero esa generosidad no se ve todos los días.

Alejandro nos acercó también a esta caminata,
hacia la laguna esmeralda
El lunes nos enteramos que había un taller oficial de Honda en la ciudad, y dije listo, estos tipos la van a arreglar enseguida. Nada mas lejos de la realidad. No voy a entrar en detalles, pero esa gente no tenía idea de lo que estaban haciendo, me hicieron gastar tiempo y dinero en cosas que no tenían nada que ver con el problema, me hicieron reemplazar una parte original de la moto por una reparada cuando no tenía nada que ver, y para encontrar realmente el problema tuve que explicarles cómo usar un tester (yo, que no tengo ni idea), y cuando al fin supimos que el problema era el regulador de voltaje, tuve que conseguir una moto igual a la mía para probar fehacientemente que con otro regulador de voltaje mi batería cargaba bien. Así conocimos a Alejandro, un transalpero de alma que tenía también una TA '89 y que, sin objesión aceptó prestarse para el experimento, "eso sí" dijo, "me vas a tener que esperar una media hora porque ahora no puedo". Pero sí maestro, me estas salvando las papas y encima te vas a acercar al taller con la moto, ¡tomate dos horas si querés!

Camino al glaciar Martial
Repuestos no conseguíamos ni en Ushuaia ni en Río Grande, ni siquiera en Punta Arenas, por lo que hubo que encargarlo a Buenos Aires, enviarlo vía aérea y esperarlo un par de días. A todo esto ya había pasado mas de una semana y el presupuesto en alojamiento se nos estaba yendo de las manos parando en Hostel, así que preguntamos qué campings habían y fuimos a parar al "Pista del Andino". El clima no nos había acompañado en esos días, nevó y llovió y el suelo del camping estaba bien húmedo, con lo cual la noche iba a estar brava. A las 3 de la mañana me desperté temblando, el colchón de aire era un hielo y las bolsas de dormir, aunque son buenas, no alcanzaban a calentarse en la parte inferior. Estaba durmiendo de costado y mi parte derecha estaba helada, la izquierda calentita, pero al darme vuelta me enfrié del todo y no había mas solución, me vestí y me fui a caminar para levantar temperatura. El camping tiene un refugio pero la calefacción a leña estaba apagada, así que tuve que conformarme con la caminata y meterme a la carpa de nuevo, para despertarme a la hora en la misma situación y Aye, que tenía frío hasta en Las Grutas, estaba tiritando al punto de que cuando dejaba de hacerlo pensé que se moría. Bueno, no tanto, pero fue una noche terrible, y al día siguiente nos pasamos a una casilla rodante con colchas y un caloventor, donde pasamos la segunda semana en Ushuaia. No es que nos considere unos cobardes, pero algunas personas seguían insistentemente acampando a pesar del frío, algunos por masoquista opción, otros por obligación. Tal era el caso de Juan.

Nuestro hogar durante la segunda semana
Nos cruzamos con él en el refugio del camping y resulta que era oriundo de nuestros pagos, de Ensenada, pegado a La Plata, pero su historia de viaje había empezado en Neuquén, ciudad en la que cayó a visitar un amigo después de haberse separado de su novia. Desde ahí, se propuso llegar haciendo dedo a San Martin de los Andes. Casi sin dinero, se pensó hambriento y haraposo al momento de llegar, pero cuando comprobó que eso no sucedió, fue un poco mas lejos, Bariloche, El Bolsón, Los Antiguos, El Chalten, y así hasta que ya no pudo seguir mas, no por acabársele el dinero o las ganas, sino que se le acabó el camino cuando llegó a Ushuaia. Ya no había mas sur, entonces Juan juntó dinero haciendo unas changas, se compró un pasaje de vuelta a Buenos Aires, pero juraba que su viaje iba a seguir, que iba a juntar plata para viajar esta vez hacia el norte. Cuando dejamos el camping era de los pocos valientes que, ya en abril, seguía acampando.

Gandalf style, desde el glaciar Martial
Hasta que un día el repuesto llegó, lo fuimos a buscar a la oficina del transportista y de ahí al taller. Iba con la idea de colocarlo yo, no quería que toquen mas mi moto esos inútiles, pero al mismo tiempo, pensaba, no había margen de error, era conectar 2 cables y ajustar 2 tuercas, literalmente, por lo tanto lo dejé en sus manos. Y fue así que coronaron la estupidez de todo su accionar rompiendo el repuesto nuevo antes incluso de poner en marcha la moto!! Al ajustar las tuercas el tipo éste mordió los cables contra el cuadro y los puso en corto. Una pavada, cinta aisladora y listo, pero yo no  podía creer la obstinada inutilidad de la gente de ese taller, con un jefe que no servía ni para chamullar una excusa adecuada, y con operarios que lo único que podían hacer es cambio de aceite, y hasta ahí nomas. Les dije, con toda correctitud y educación, lo inútiles que eran, el tiempo y la guita que me hicieron perder y les dejé una queja formal en el libro a ese fin. ¿Para qué? No tengo ni idea, no creo que sirva para nada pero al menos me desahogaba un poco.

En el transcurso de esos días le compramos a la moto un cobertor y las mangas cubre-puños, lo único que quedaba era cambiarle la cubierta trasera, cosa que pensaba hacer en Punta Arenas de camino a Torres del Paine, pero dado el tiempo que habíamos perdido ya, tuvimos que dejar todo eso de lado, comprar la cubierta en Ushuaia y, luego de una breve visita al parque nacional y la bahía de Lapataia con la foto obligada en el cartel de fin del mundo en uno de los dos días que el tiempo se mostró soleado (sí, en dos semanas sólo dos días de sol, y parcialmente), aprovechamos una mañana de domingo mas o menos soleada y nos fuimos ya de esa ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario